De pronto interrumpieron nuestras observaciones sobre el campo chileno la aparición y la voz desfallecida de un soldado de aspecto cadavérico que, con una mano apoyándose en la tapia y con la otra sujetándose los pantalones, se acercó a nosotros interrogando: - ¿De veras chelenos veniendo? A lo que otro le contestó: - Sí, ya vienen; anda vete mejor, Ramos. Tú no puedes pelear y te van a matar sin defensa. - No matarán sen defender. -contestó el enfermo exaltándose- Todavea podiendo con refle... ¡RAMOS!... ¿Quién era Ramos? Un indio bruto que ese día dio su vida, infeliz, enferma por la patria; un indio bruto que, como muchos de miles de indios brutos, dio ese día un mentis solemne a los que hablan de la degeneración irremediable de la raza nacional; un indio bruto que dio un ejemplo que imitar hasta los que no son indios, ni brutos. ¿Pero quién era Ramos? Ya lo he dicho: un indio bruto. A causa de la caña verde que había comido en San Juan, le había acometido una disente
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