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Mostrando las entradas de octubre, 2014

¿Por qué murió Grau?

Si bien Miguel Grau muere en Angamos aquel 8 de octubre de 1879 ¿cuáles fueron los motivos que hicieron que la vida de tan noble marino se apagase en el fragor del combate? ¿Qué originó la pérdida del barco más glorioso que ha tenido la Armada Peruana? ¿Por qué el Huáscar tuvo que enfrentarse de manera solitaria a 7 barcos y sucumbir de manera tan “épica”? ¿Quiénes sentenciaron la muerte de Grau?. ¿Acaso fueron los políticos? ¿Acaso fueron los chilenos? Este artículo está basado en una pregunta que me he hecho desde niño y que solo investigando he podido intentar responderme: ¿Por qué murió Grau? Crónicas de una muerte anunciada Es ya conocido que al estallar la guerra, el Perú no se encontraba preparado ni política, ni militarmente para afrontar un conflicto bélico. Pese a todo, muchos jóvenes y adultos entusiastas empezaban a alistarse como voluntarios en el Ejército y la Marina para marchar al sur y hacer frente al entonces invasor. Muchos de ellos no regresarían a sus

Angamos, 8 de octubre

Extracto de la novela “El viaje de Prado” de Guillermo Throndike A la una y veinticinco de la mañana del 8 de octubre, el Almirante avistó las luces de Antofagasta. El gran campamento enemigo dormía. A la luz de la luna el teniente examinó el muelle: ni rastro de pertrechos. Tampoco hay transportes chilenos, ni tropas vivaqueando en la explanada o a la espera de embarcar. Cumplen siete días sin ver buques de guerra enemigos. En el puente, Grau escuchó el informe con rostro inexpresivo. Sospechaba. Paseó de babor a estribor acosado por premoniciones. Su locuacidad del mediodía cedió a un sombrío humor a la hora de la cena. Olvidó iniciar la conversación en la mesa de oficiales, así que todos comieron en silencio, de reojo atentos a la tristeza del Almirante. Ahora enfocó su catalejos y confirmó la indiferente calma del cuartel general chileno. - Dios no lo quiera –adivinó- caímos en la trampa. ¡Señor Aguirre, a toda fuerza y al noroeste! - ¡Redoblen guardia de vigías! -

La última noche de Grau en Arica

Julio O. Reyes, corresponsal de La Opinión Nacional escribió lo siguiente sobre la última noche de Grau en Arica: "La noche que zarpamos de Arica, el comandante Grau estaba pensativo y sombrío; cosa muy rara en él. Nos encontrábamos, como de costumbre, reunidos en su cámara, con nuestro amigo y compañero, el doctor Santiago Távara y no se manifestaba tan comunicativo como otras veces. El comandante Grau, que tenía en los momentos del combate la valiente altivez del león, se mostraba después con el corazón franco y sencillo de niño, se enternecía fácilmente". "Estoy muy triste, algo cuya causa ignoro, me tiene atormentado desde la mañana", nos decía nuestro querido y respetado jefe y reclinando su cabeza sobre las manos, permanecía mudo y silencioso, comunicándonos también su tristeza”. "¿Qué pensamientos cruzarían entonces su mente? ¿Qué terribles y espantosas tormentas se agitarían en su corazón para arrancarle las doloridas quejas que oíamos esca

El grado de Contralmirante

Grau no aceptó los goces y la insignia de contralmirante y las razones para esta actitud las explicó en una carta íntima del gran marino a su amigo Carlos M. Elías, publicada por don Felipe A. Barreda en 1959. Ella tiene fecha 20 de setiembre de 1879 en Arica, a menos de un mes de la tragedia. He aquí algunos de sus párrafos:  Si algo pueden halagar en este mundo los honores militares, ciertamente que yo debía estar muy satisfecho, como en efecto lo estoy, por haber obtenido un ascenso por unanimidad en ambas Cámaras, y sin embargo de esto, me he visto obligado a renunciar, no al Contralmirantazgo que no se puede, pero sí, a los goces y uso de la insignia; por muchas razones que reservadamente te voy a referir. Primera razón: Mientras el "Huáscar" tremolaba un simple gallardete de Comandante nada de particular tenía que yo huyera (conforme a órdenes) a la vista de un blindado, pero ya con insignia de Contralmirante, sería para mí muy vergonzoso tener que correr co

El castigo del Almirante

A las cinco de la tarde del 16 de mayo, el zambo Rentería rezongaba por la cubierta del “Huáscar”. Precisamente a él, por el tamaño de sus músculos, apodado “Real Felipe”, al más guapo del puerto, al más temido de todos los playeros de la costa, a Máximo Rentería lo enviaban a trapear el monitor como si no fuera voluntario para reventar chilenos sino sirvientita de balde y estropajo. Aureolado por su invicto prestigio de valiente, desde su llegada a bordo el zambo se había comportado con aires de capitán. Pero conocía el oficio de tripular buques y entre tantos voluntarios que fracasan con elementales maniobras, el Guardián Tiburcio Ríos creyó preferible corregir al gigante antes que despacharlo a tierra. El contramaestre Dueñas aprobó la decisión. Hay que trabajarlo bonito, póngalo a lavar cubierta. El zambo aceptó la orden de mala gana. Servía para pelear, caramba, no para lustrar piezas de bronce y menos aún para jabonar pisos. También el Guardián Noguera observó de reojo las del

Un brindis por Grau

Una anécdota sobre un encuentro entre oficiales de la Marina de Guerra de Argentina y Chile, y la situación que vivieron tras un singular brindis. Habíamos guardado silencio, acerca de un incidente que ocurrió en el Club Valparaíso, por respeto a nosotros mismos, pero ya que él ha salido de los linderos de la conversación, no podemos resistir a transcribir un suelto que acerca de ese suceso encontramos en un diario de Santiago, “El Independiente”.  Decía pues, que el cónsul argentino ofreció una comida a la oficialidad de la cañonera a la cual no asistieron los jefes de nuestra Marina que habían sido invitados, pero sí, el Comandante General y oficiales.  En ella se gastaron las mismas cariñosas atenciones, la misma franca cordialidad, la misma fraternidad abierta que siempre han encontrado nuestros huéspedes desde que entraron por primera vez en aguas chilenas, al fondear en Punta Arenas, y que han encontrado después en Talcahuano y en Valparaíso. Cuando se retiraron