Si bien Miguel Grau muere en Angamos aquel 8 de octubre de 1879 ¿cuáles fueron los motivos que hicieron que la vida de tan noble marino se apagase en el fragor del combate? ¿Qué originó la pérdida del barco más glorioso que ha tenido la Armada Peruana? ¿Por qué el Huáscar tuvo que enfrentarse de manera solitaria a 7 barcos y sucumbir de manera tan “épica”? ¿Quiénes sentenciaron la muerte de Grau?. ¿Acaso fueron los políticos? ¿Acaso fueron los chilenos? Este artículo está basado en una pregunta que me he hecho desde niño y que solo investigando he podido intentar responderme: ¿Por qué murió Grau?
Crónicas de una muerte anunciada
Es ya conocido que al estallar la guerra, el Perú no se encontraba preparado ni política, ni militarmente para afrontar un conflicto bélico. Pese a todo, muchos jóvenes y adultos entusiastas empezaban a alistarse como voluntarios en el Ejército y la Marina para marchar al sur y hacer frente al entonces invasor. Muchos de ellos no regresarían a sus hogares y sufrirían en carne propia el hambre, la sed, el frío y el olvido. En otras palabras, las penurias de una campaña mal organizada desde su inicio.
Ambos países sabían que, para el éxito de la guerra, primero era vital tener el dominio sobre el mar para así permitir el transporte de tropas a lo largo de las desérticas tierras del sur, bombardear y bloquear puertos importantes, y cortar las comunicaciones. Sólo siendo dueños del mar, se podía decidir el curso de la guerra.
Para esta campaña, Chile contaba con los acorazados Cochrane y Blanco Encalada, así como la cañonera Magallanes y Covadonga, y las corbetas O’Higgins, Chacabuco, Esmeralda, Loa, entre otros.
Por su parte, el Perú contaba con la fragata Independencia, el monitor Huáscar, la cañonera Pilcomayo, la corbeta Unión y los monitores Manco Cápac y Atahualpa. Estos dos últimos monitores, construidos para ser usados en río y no en mar, se encontraban en pésimo estado por lo que uno sirvió sólo como cañón flotante en Arica y el otro ni siquiera pudo moverse del Callao.
La situación del Perú era crítica, pues el país no estaba preparado para una guerra y ni el presidente creía posible una victoria. José Antonio de Lavalle, diplomático peruano en Chile, cuenta lo siguiente acerca de una entrevista con el presidente Mariano Ignacio Prado en Lima, en abril de 1879:
"Recibióme S. E. en su escritorio y tuvimos allí una larga conversación, de la que salí profunda y tristemente impresionado. Estábamos perdidos a su juicio. El general Prado, sea porque su larga permanencia en Chile y los años de ejercicio del gobierno que llevaba en el Perú le hicieron conocer con exactitud la superioridad de elementos de acción que tenía aquel país sobre éste, sea por esa especie de presentimiento que, como antes he dicho con Remusat, se agregan a todas las inducciones de la lógica, me pareció profundamente abatido y enteramente desesperanzado del éxito de la guerra, a pesar de que procuraba disimular ese sentimiento". (Basadre, 1981, pp. 140-141).
Los ataúdes de hierro
Fue en el gobierno del presidente José Balta (1868 - 1872) en el que llegaron los monitores fluviales Manco Cápac y Atahualpa y basta decir que solo al hecho de que llegaran completos al Callao se le consideró una “hazaña”. Estos dos monitores fueron comprados en el primer gobierno de Mariano Ignacio Prado (1865 - 1868) con el propósito de combatir a España en las Islas Filipinas. La prensa norteamericana los había bautizado como “Los ataúdes de hierro” y, valgan verdades, no aumentaron en nada el poderío naval de nuestro país.
El Perú siempre había sido muy cuidadoso con la adquisición de naves de guerra y material bélico para sus fuerzas armadas. Como muestra de ello se puede mencionar la adquisición de las corbetas Unión y América, y posteriormente, la compra de la fragata Independencia y el monitor Huáscar para la guerra con España, entonces ¿que originó que el entonces presidente Mariano Ignacio Prado autorice la compra de estas naves obsoletas?
El motivo de la compra, así como la vida y obras de este personaje merecen un artículo aparte. Sólo queda resaltar que de nada sirvieron estos barcos en la guerra con Chile y sentenciaron de antemano la debacle en este conflicto.
Respecto a este suceso en la historia del Perú, Jorge Basadre luego escribiría:
“no se llega a comprender cuáles fueron los beneficios aportados al país con la adquisición del Manco Cápac y el Atahualpa”. (Basadre 1968-70, VI: 62)
Caricatura publicada por diario chileno "El Barbero" el 06 de diciembre de 1879. Nos muestra al comandante chileno Galvarino Riveros observando a las naves de la escuadra peruana en el Callao. Aparecen los nombres del Manco Cápac, Limeña, Chalaco, Atahualpa, Unión.
Los acorazados “Argentina” y “Bolivia”
En el gobierno de Manuel Pardo y Lavalle (1872 – 1876) y ante la urgencia de balancear el poderío naval frente al poderío chileno que acababa de adquirir los modernos acorazados Cochrane y Blanco Encalada, éste expresó una frase que quedó registrada en las Memorias de José Antonio de Lavalle, el diplomático peruano en Chile:
“Yo también he hecho construir ya dos blindados que se llaman el Buenos Aires y el Bolivia” (Basadre 1968-70, VIII: 44).
Manuel Pardo y Lavalle
Esta frase se fundaba en los planes de consolidación de una triple alianza entre Argentina, Bolivia y el Perú; sin embargo, las negociaciones con Argentina nunca se concretaron y solo Bolivia firmaría el pacto el 6 de febrero de 1873. Cabe resaltar que pese a que en ese entonces Bolivia sí tenía salida al mar por Antofagasta, no contaba con barcos de guerra que salvaguardasen sus intereses en el Pacífico.
“Otra medida de Pardo fue la de reorganizar el ejército, reduciendo sus efectivos a menos de tres mil hombres” (Basadre 1968-70, VII: 99).
Prado, el Supremo Director de la Guerra
Al estallar la guerra y estando Mariano Ignacio Prado en su segundo gobierno (1876 - 1879), no hubo una planificación conveniente que permitiera la optimización del uso de la Armada en la campaña marítima. Muchas de las peticiones que el comandante Grau solicitó al Supremo Director tampoco fueron cumplidas. Como muestra de ello, queda una carta que el mismo Miguel Grau le escribe a su amigo Carlos M. Elías, citada por Tantaléan Arbulú, quien la toma de Javier Pérez Valdivia, en la que expresa:
"[la] verdad [de M.I. Prado], quien cree saber ya más de marina que cualesquiera de nosotros, y da órdenes y discute asuntos profesionales con un aplomo asombroso. Aparte del sistema que tiene ya arraigado de entenderse con los inferiores sin consultar con los superiores, dando esto lugar a ponerlos en ridículo[…]; ¡Cuánto mal hacen en nuestro país las pequeñeces de partido! Si Prado, como debía, y como yo se lo indiqué tantas veces, le da el mando de la escuadra a Montero, todo hubiera marchado mejor, porque así éste, como Almirante, hubiera ido en la Independencia, que era buque aparente para estado mayor, y el 21 de mayo la Independencia se hubiera quedado en Iquique combatiendo con la Esmeralda y a mí no se me hubiera escapado la Covadonga. Después sobre Antofagasta hubiéramos sorprendido, tomado y echado a pique los transportes con 4,000 hombres que llevaban y sabe Dios cuán distinto hubiera sido el sesgo de la campaña". (Tantaleán, 2011, p. 392).
Esta carta refleja el malestar que Grau sentía respecto al rumbo que llevaba la campaña en el mar, pero nunca desobedeció las órdenes impartidas por el presidente Mariano Ignacio Prado; cualidades de un soldado y marino excepcional.
Asimismo, respecto a las decisiones de Prado, el historiador italiano, Tomás Caivano, escribe en su libro “Historia de la Guerra de América entre Chile, Perú y Bolivia”:
“Es un hecho generalmente notorio, tanto en el Perú como en Chile, que la quilla del Huáscar se encontraba sumamente sucia, cuando éste zarpó de Arica el 30 de septiembre para su última expedición; expedición que fue ordenada por el Presidente Prado, y que el Contralmirante Grau opinaba que no debía llevarse a cabo, sino después de haber limpiado la quilla del monitor, del cual no se podía obtener por esta circunstancia toda la velocidad de que era capaz en condiciones normales, y que le hubiera sido tan necesaria en caso de encuentro con la escuadra enemiga, contra la inmensa superioridad numérica y material de la cual toda lucha era imposible.
Pero el Presidente Prado, con la estúpida confianza de la ignorancia sobre lo que él llamaba buena suerte del Huáscar, insistió en la orden dada, a despecho de las prudentes observaciones del Comandante Grau, el cual se separó de él diciéndole: “Obedezco porque así me lo impone mi deber, pero sé que llevo el Huáscar al sacrificio”.
Era tan grande la convicción de Grau sobre el particular, y tal su certidumbre de sucumbir por el mal estado de su buque en el caso probable de un encuentro con la escuadra enemiga, que en el momento de salir de Arica envió a su digna consorte a Lima, un paquete conteniendo documentos y recuerdos de familia que deseaba poner a salvo. Conservamos en nuestro poder una carta del señor Del Rio, a quien Grau confió dicho paquete en el puerto de Arica a bordo del mismo Huáscar”.
Mariano Ignacio Prado
Por voluntad nacional
En la guerra con Chile, el Perú había depositado todas sus esperanzas en una sola persona. El Perú entero se veía reflejado en él. La nación contemplaba con orgullo las proezas del comandante del monitor Huáscar y se animaba a soñar con una victoria. Cartas y obsequios (incluyendo una espada enviada por las damas peruanas residentes en Europa) eran enviadas a Miguel Grau como muestra del profundo respeto y admiración que sentían por él y su tripulación.
En cierta ocasión, en un banquete que le ofrecieron en el Club Nacional y ante el emotivo homenaje que le hicieron los allí presentes, Miguel Grau levantó su copa a modo de brindis y expresó:
“Todo lo que puedo ofrecer en retribución de estas manifestaciones abrumadoras es que si el Huáscar no regresa triunfante al Callao, tampoco yo regresaré”.
Esa promesa quedaría cumplida aquel 8 de octubre de 1879 y ni Miguel Grau, ni el Huáscar (con bandera peruana) volverían al Callao; lastimosamente, pese a los intentos de los marinos peruanos por hundir el Huáscar antes de que caiga en manos del enemigo durante el combate de Angamos, el monitor fue capturado y reparado por los chilenos. El Huáscar, ahora con bandera chilena, regresaría al Callao para bombardearla, el 10 de abril de 1880.
Reflexiones
Al llegar a esta parte del artículo y luego de analizar los antecedentes políticos que originaron la muerte de Miguel Grau, surgen cuatro nuevas preguntas: ¿Acaso solo fueron los políticos los que sentenciaron la muerte de Miguel Grau? ¿Murió Grau por voluntad nacional como lo expresó Manuel Gonzales Prada? Si se le hubiera preguntado a un admirador de Grau que era lo que exigía de él en Angamos, ¿la respuesta hubiera sido: “Que muriera”? Y la pregunta más importante: ¿Acaso Grau quería morir?
Miguel Grau sabía que el Huáscar representaba al Perú en sus horas más oscuras. Sabía que representaba la esperanza de todo un país. Aquel 8 de octubre, también sabía que sus cañones no le harían ningún daño a los acorazados chilenos. Sabía que no volvería a ver a su esposa, ni a sus 8 hijos. Sabía que los chilenos le hubieran perdonado la vida si se hubiese rendido. Pero también, sabía que solo muriendo iba a demostrar que el Perú era más que una suma de errores políticos. Que el Perú tenía esperanza. Que su vida era la del Perú y que la derrota solo podía tener gloria con su muerte. Porque muriendo iba a dejar una gran lección de patriotismo no solo al país sino al mundo entero. Miguel Grau sabía que el Perú podía ser un problema, pero también una solución.
Pregúntate a ti mismo por qué murió Grau y pregúntate si valió la pena. Si eres un poco más osado, pregúntate qué has hecho tú por tu país. Ya la historia se encargará de juzgar a quienes nos llevaron a tan triste desenlace. El pasado ya no puede revertirse. Sólo el futuro puede cambiarse. Es tiempo de abrazar el presente y empezar a construir un país mejor. Siéntete orgulloso de haber nacido en el mismo país en el que nació Miguel Grau, y si murió, fue para que tu palabra tenga voz. Aprende a usarla. Nunca es tarde.
Miguel Grau y su hijo Enrique
Fuentes:
Basadre, Jorge (1969) - "Historia de la República del Perú
Basadre, Jorge (1981) - "Antecedentes de la Guerra con Chile"
Blog de César Vásquez PERÚ - Política, Economía, Historia
Caivano, Tomás - Historia de la Guerra de América entre Chile, Perú y Bolivia, p.234
Congreso de Estados Unidos - Investigación sobre la venta hecha por el Gobierno de los Estados Unidos de los monitores Oneoto y Catawba, hoy Manco Cápac y Atahualpa.
González Prada, Manuel. 1894 - Pájinas libres. - p. 65
Tantaleán Arbulú, Javier (2009) - La Guerra con Chile. En: Socialismo y participación, octubre 2009, p. 13-40.
Tantaleán Arbulú, Javier (2011) - La gobernabilidad y el leviatán guanero. Desarrollo, crisis y guerra con Chile.
Throndike, Guillermo (2006) - Grau. Los hijos de los libertadores
Muy buena investigación, me falta menos de 1 años para terminar mi carrera profesional, posterior a ello ya tengo claro la maestría que voy a realizar, GESTIÓN PUBLICA, lo de 135 años JAMAS SE VA A REPETIR.
ResponderBorrarSaludos Carlos, éxitos en tus proyectos profesionales y gracias por tomarte el tiempo de leer mi artículo. Saludos.
ResponderBorrarTe felicito, muy buen aporte en esta fecha especial, tuve la oportunidad de aprender sobre este tema tan apasionante en la universidad, mi profe Palacios decía que Grau estuvo consciente de que el sacrificio era una opción a la que no podía escapar y la asumió con valentía, con honor. Excelente investigación, gracias por recordarnos el legado de Grau.
ResponderBorrarestoy leyendo la mansión de los héroes, Grau. así se llama el libro, me permite saber algo más de lo que ocurrió en aquella época. sin duda Grau es nuestro héroe, ojalá fuera más fácil saber de él que de otro tantos que se muestran en nuestros medios de comunicación. seguro nos ayudaría a elegir mejor a nuestros gobernante.
ResponderBorrarHasta hoy pude saber quien fue el gran Miguel Grau, uno de los hombres más valientes y magnánimos de que haya tenido noticia en la vida, que murió con honor y valor en medio de un cruento combate naval y que se enfrentó a otro valiente y excelentísimo hombre, el chileno Arturo Prat Chacón en un combate donde este último murió sobre la cubierta del Huacar, el barco de Grau.
ResponderBorrarEl Caballero de los mares fue llamado por sus actos de misericordia y magnanimidad pues nunca aún en los horrores de la guerra perdió su sentido de humanidad.